Fecha: 19/11/2020
Artista entrevistada: Bisy
Entrevista por: Natalia Stipo
Hablamos con Isidora Rivas, mas conocida como Bisy, escritora de Graffiti, trabajadora social, gestora e investigadora del arte en el espacio público, la que ha forjado una extensa trayectoria en este oficio de las calles y quien, además, forma parte de la colectiva Graffitodas🖤.
La conciencia y el reconocimiento, son los primeros pasos para avanzar hacia escenarios mas justos. Como equipo conformado mayoritariamente por mujeres, buscamos poner en valor el trabajo y recorrido de las artistas que se han abierto paso en el rubro del arte urbano, pese a las adversidades e indudables desventajas.
Es bien sabido que la mujer ha sido eclipsada y desplazada por la escena “oficial” del arte, la cual se sostiene, tanto en su producción como en su apreciación histórica, en bases patriarcales. En el arte urbano esto no es distinto, es más, por su espacio de desarrollo y carácter público, ha sido un circuito aún más difícil de habitar para la mujer, quien ha sido históricamente relegada al espacio doméstico. Hoy, podemos ver con facilidad cómo el panorama general de las artes en el espacio público, todavía funciona bajo el protagonismo y dominio de los hombres.
La conciencia y el reconocimiento, son los primeros pasos para avanzar hacia escenarios mas justos. En metro21, como equipo conformado mayoritariamente por mujeres, buscamos poner en valor el trabajo y recorrido de las artistas que se han abierto paso en este rubro, pese a las adversidades e indudables desventajas. En esta oportunidad hablamos con Isidora Rivas, mas conocida como Bisy, escritora de Graffiti, trabajadora social, gestora e investigadora del arte en el espacio público, la que ha forjado una extensa trayectoria en este oficio de las calles y quien, además, forma parte de la colectiva Graffitodas, una red de mujeres y disidencias en el arte urbano que busca visibilizar a las graffiteras y pintoras callejeras de Latinoamérica, al mismo tiempo que pone en manifiesto la violencia a la que se ven particularmente expuestas. Esta colectiva, conformada poco antes del 8M de este año en Chile, actualmente cuenta con agrupaciones en Ecuador, Peru, Brasil, Centro América, México, Uruguay, Argentina y Colombia.
¿Cómo llegaste al arte urbano?
Más que al arte urbano, partí acercándome al graffiti a través del hip hop el año 96; año en el que comencé a escribir por primera vez mi nombre en la calle. Mi proceso se fue dando desde la curiosidad adolescente por querer dejar una huella y a la vez transgredir las normas, esas mismas que desde pequeñas buscan encuadrarnos en determinados roles y espacios por ser mujeres. Tenía 13 años cuando comencé a hacer tags y desde ese entonces, ha sido un camino de más de 20 años, en algo que empezó como un noviazgo dudoso, entre terminadas y reconciliaciones, hasta transformarse finalmente en el amor de mi vida.
¿Qué piensas del estado actual del arte urbano en nuestro territorio?
Creo que a Chile lo caracteriza la diversidad de estilos, ya que dentro de las diferentes expresiones puedes encontrar representantes muy buenxs, además de la importante cantidad de mujeres que están pintando en las calles, pero además, creo que el volumen
de producción es muchísimo, el arte urbano se ha convertido en los últimos años, en la expresión estética urbana más visible de la ciudad, está en todos lados. Sin embargo, hay algunas cosas que he comenzado a cuestionarme desde mi perspectiva como observadora y escritora, que tienen que ver con la convenciones de esto que antes defendíamos como un “movimiento”, donde el respeto por ejemplo, el que en la década de los noventa era como un atributo esencial de nuestra práctica, hoy en día parece un código obsoleto, se reproduce una lógica profundamente competitiva e individual, en una maratón de egos que ha debilitado el espíritu más colectivo, donde antes existía una admiración y cariño por el trabajo del resto.
Sin duda la era graffiti post-internet, ha debilitado los vínculos y eso tan potente que se daba antes, desde la exploración y la sorpresa que te ofrecía la calle al pintar, observar y recorrerla.
¿Qué representa para ti el arte urbano?
Para mi, el arte urbano es un lenguaje que se erige desde la recuperación simbólica de la ciudad, para la libertad creativa, el cual en sus diferentes expresiones contribuye a la reivindicación del espacio publico como el lugar de la manifestación, gráfica, artística y rupturista.
Creo que es un lenguaje que permite generar diferentes dinámicas a nivel social. Por un lado, recuperar la calle para la expresión urbana, pero también aportar a la democratización de la cultura, acercando el arte a la ciudadanía y sus territorios. Genera un sentido de apropiación simbólica y colectiva, que se desmarca de la transacción mercantil tan caracteriza de un país como Chile.
¿Cuáles han sido las dificultades que has enfrentado como artista y gestora des espacio público?
Las dificultades han ido variando con los años. Las luchas del comienzo son diferentes en algunos sentidos, pero también similares, ya que en ese momento no había mujeres pintando graffiti en las calles, y por lo tanto, la conquista fue por abrir desde la nada esos espacios, en un movimiento profundamente masculinizado, sin embargo, el espacio público que es nuestro terreno de creación y activismo, continua siendo un lugar de confrontación y desigualdad constante, donde lamentablemente, las mujeres seguimos siendo vistas como actoras secundarias. Es cosa de ver los proyectos y la disparidad en las participaciones entre hombres y mujeres; las oportunidades, la validación y el reconocimientos siguen estando marcadas por el sesgo del género. Por lo tanto, hay que continuar la conquista por abrir y democratizar nuestros propios espacios, desde nosotras, por y para nosotras, equiparando las oportunidades en el día a día y para eso es necesario más que nunca, seguir unificándonos.
En lo personal, las dificultades también se relacionan con mi “doble militancia” como gestora y pintora, ya que el Muralismo se enaltece, pero el Graffiti sigue siendo visto como un ruido visual que no aporta, y por lo tanto, ha sido un reto también, desmitificarlo, comunicar y darle el valor que merece como una expresión contracultural que nos ha acompañado en los últimos 40 años de nuestra historia.
Una de las amenazas también que visibilizo, tiene que ver con la creciente industria y mercantilización del arte urbano, donde los gestores se mueven más bien por lucro, como grandes máquinas decorativas, que se llenan la boca con la transformación urbana, cuando en la práctica observamos de forma crítica y reflexiva, que no hay más que business, ego y competencia. Ahí es cuando nos preocupamos y pensamos, en que momento se perdió el rumbo en todo esto, en qué momento se nublo la sensibilidad en relación a un arte tan genuino y revolucionario.
¿Cuáles son actualmente tus proyecciones?
Actualmente se centran en equilibrar mi tiempo entre mi graffiti, la gestión, la comunidad y la investigación, son varias dimensiones a la vez a las que entrego mi dedicación, trabajo y cariño, pero también seguir fortaleciendo el rol que me compete desde la comunicación de nuestro oficio. Además de seguir tejiendo a través de Todas y nuestra red a nivel latinoamericano, para hacer escuela entre nosotras, integrando a las nuevas generaciones y abriendo espacios para el arte, para la consciencia colectiva y la sororidad. Creo que mis proyecciones están profundamente vinculadas al territorio, a los barrios, pero también a la recuperación del espacio público desde una dimensión feminista, donde como mujeres cumplimos un rol clave en la co-construcción de una sociedad más justa, paritaria, creativa y diferente, en eso estamos, hacia allá vamos!.
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